Milani o la prueba del doble discurso

10 febrero 2014
Lunes 10 de febrero de 2014 | 

Por Aníbal Guevara Bianchi  | Para LA NACION

El problema no es Milani… Mejor dicho: por supuesto que es un problema el enriquecimiento dudoso de quien fue jefe de Inteligencia del Ejército, ya que, como se sabe, esos funcionarios manejan fondos reservados por los cuales no rinden cuentas y, por lo tanto, deberían tener unos patrimonios irreprochables para evitar cualquier suspicacia.

Pero respecto de las denuncias hechas ante la Conadep sobre su papel en La Rioja o durante el Operativo Independencia, el problema no es Milani, sino el doble discurso .

Sobre el polémico general de brigada pesa una denuncia que, como toda denuncia, debe ser investigada con estricto recelo del respeto a la legalidad y el debido proceso, ya que como se juzga a los militares de haber subvertido el orden institucional, haber reprimido ilegalmente y haber violado los derechos humanos, todo proceso originado en una denuncia de este tipo tiene que ser intachable para ser coherente. Pero aquí la coherencia hace rato que está ausente.

Cómo no estar de acuerdo con las palabras de Estela de Carlotto sobre el caso del nuevo jefe del Ejército: «Cuando hay una denuncia no hay que prejuzgar sino que hay que investigar y luego sacar conclusiones correctas»; «Creo que sobre una denuncia que no tiene ninguna comprobación posterior no se pueden tomar medidas»; «Nosotros no encontramos antecedentes en él, en la foja de servicio de él dice que efectivamente ha estado en esos lugares, en Tucumán, pero bueno, si presumimos que cada miembro de las Fuerzas Armadas que estaba en un lugar determinado es responsable de un genocidio, tendríamos que enjuiciar a todas las fuerzas, porque todos estaban en algún lugar, en algún momento».

Las palabras de Carlotto no podían ser más ecuánimes. El problema es que, en mi caso, me consta que no es ése el espíritu de los juicios de lesa humanidad. Mi padre, que es más o menos de la misma edad que Milani, por lo que tenía más o menos el mismo grado en aquellos años, está detenido desde 2006 a pesar de no haber sido nombrado en el Nunca Más ni haber tenido denuncias en su contra hasta ese año. En la primera instancia, fue condenado a cadena perpetua. La condena fue fundamentada sin pruebas, con testigos que contradicen sus propias declaraciones realizadas en los años 80 o que directamente tienen pedido de falso testimonio por absurdos y falaces. Según el fiscal, mi padre «debería haber sabido lo que pasaba» y por eso lo condenaron con una pena mayor de la que le dieron a sus generales en el Juicio a las Juntas, pese a que tenía 23 años en 1976. Durante el juicio fueron ignoradas las declaraciones que confirmaban que, cuando lo mandaron a hacer detenciones, lo hizo de día, de uniforme, que se presentó con nombre y grado, labró actas e informó el lugar de detención correspondiente.

Tanto a él como muchos otros presos por causas de lesa humanidad se les violan sus derechos humanos cuando se los mantiene bajo prisión preventiva sin justificativo a la espera de las instancias que falten después de un primer fallo o directamente sin juicio, presumiéndolos culpables. También cuando se les niega el acceso a la educación, cuando se desatienden sus necesidades médicas, cuando se les niegan prisiones domiciliarias a los mayores de 70 años o a los que están enfermos, cuando se rechazan sistemáticamente las presentaciones de los abogados o se aplica retroactivamente la ley penal, entre otros muchos ejemplos.

Aunque Ricardo Lorenzetti ya había adelantado que los juicios por delitos de lesa humanidad son una política de Estado, tenemos derecho a esperar que el desarrollo práctico de esa política no dañe la norma fundamental de convivencia que se dan los Estados, la ley. Sin embargo, el Poder Judicial se ensaña con los acusados, aun antes de que los delitos hayan sido probados.

Pero en el caso de Milani, las denuncias por el supuesto enriquecimiento ilícito y las acciones que se le atribuyen durante la década del 70 fueron obviadas por la parcialidad kirchnerista. El tratamiento que reciben las denuncias que pesan sobre él desnuda la arbitrariedad con que el Gobierno y los organismos de derechos humanos abordan problemas que involucran a sectores amplios de la sociedad.

Si no fuera así, el ahora general se encontraría en alguno de los institutos penales del país, esperando la resolución de un juicio por delitos de lesa humanidad o cumpliendo una condena; si es que no hubiese muerto ya, a raíz de las condiciones de detención y la paupérrima atención médica, necesaria para los mayores de sesenta años. En este universo paralelo, sus hijos hubiesen sido testigos de cómo los jueces, los abogados querellantes y los fiscales llevan adelante los procesos con los resultados cerrados desde el inicio. Una máquina poderosa y torpe los engulliría con fruición, como lo hizo con nuestros padres y nosotros.

A Milani lo amparan el Gobierno y los organismos de derechos humanos. El resto de quienes enfrentan sospechas sobre su actuación en los años 70 sufren la persecución y la cárcel a partir de procesos cuestionables desde el punto de vista jurídico. Sin embargo, uno y otros algo tienen en común: sus casos son tratados con la misma rigurosa irregularidad, si se nos permite la expresión.

El problema es el doble discurso: se utiliza la bandera de los derechos humanos como blindaje frente a las críticas y mientras tanto se está dispuesto a violar los derechos humanos de cualquier ciudadano al que se pueda vincular con cualquier pretexto a causas de lesa humanidad. Salvo que, como Milani, sea un soldado bajo sus órdenes.

El autor es vocero de la agrupación Hijos y Nietos de Presos Políticos

http://www.lanacion.com.ar/1662720-milani-o-la-prueba-del-doble-discurso


Sobre la no admisión de nuestros padres en la UBA

11 agosto 2012

¿Una persona que cometiera un delito gravísimo pierde su condición de ser humano? Y por lo
tanto, ¿sus derechos humanos? La Universidad de Buenos Aires decidió no admitir a ningún
procesado y/o condenado en las causas por lesa humanidad, violando de esa forma el artículo 26
de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Esto significa una grave discriminación, aunque
el Inadi no lo haya reconocido, justificándolo como objeción de conciencia.

Por definición, la objeción de conciencia resultaría del choque entre la ley y un deber moral, ¿cuál
sería en este caso el deber moral? ¿Negar el derecho a la educación? ¿Qué pasaría si un médico
invocara objeción de conciencia?

Además, esta discriminación se basa en un severo prejuzgamiento, ya que supuestamente todos
somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Lo que significa que todos lo son hasta que
su sentencia no quede firme. A eso, deben sumarse las sistemáticas violaciones al debido proceso,
que venimos denunciando.

Así y todo, si estuviese correctamente probado, ¿qué finalidad se busca con la aplicación de esa
pena? ¿Empeorar su condición de encierro? ¿Eso no implicaría una tortura psicológica? Se supone
que la justicia debería haber abandonado hace mucho ya el “ojo por ojo”.

Si no fuera así, no estaríamos cumpliendo con el NUNCA MAS.

Fdo. Hijos y Nietos de Presos Políticos.


EL PRESENTADOR DEL DR. LORENZETTI

14 octubre 2011

Perplejo, he leído que el presidente de la Corte Suprema de Justicia eligió a Eduardo Anguita para que presentara su libro “Derechos humanos, justicia y reparación”.

 

El gesto del Dr. Ricardo Lorenzetti, de singular significado, no parece evidenciar “el respeto y la tolerancia” que se autoadjudica el magistrado, ni es prueba de “la igualdad ante la ley para todos” que predica; más bien se asemeja a una burla al dolor de las víctimas del terrorismo guerrillero, se aleja de la prudencia e imparcialidad con que deben conducirse los jueces, y anticipa que para algunos de ellos hay una sola clase de derechos humanos.

 

Como miembro de la organización terrorista ERP, que secuestrara y asesinara a mi padre, Anguita integró el grupo guerrillero que copó, el 6 de septiembre de l973, el Comando de Sanidad del Ejército, asesinó al Tte Cnel Juan Duarte Hardoy e hirió a un oficial y a un conscripto, en el marco del ataque sistemático a la población civil que en pleno gobierno constitucional realizó el terrorismo guerrillero para imponer un régimen marxista.

 

Confío que otros jueces tendrán el coraje para desoír la convocatoria del Dr. Lorenzetti a imitar su cuestionable proceder, y alguna vez juzgarán a los guerrilleros que entonces torturaron, secuestraron y asesinaron a miles de personas, y a quienes hoy presuntamente malversan los caudales públicos indemnizando a los deudos de los guerrilleros muertos durante el ataque a cuarteles, en plena democracia.

 

Y espero también que cuando la causa por el asesinato de mi padre llegue a la Corte, el Dr. Lorenzetti tenga el decoro de excusarse, porque evidentemente con su gesto ha prejuzgado.

 

 

ARTURO LARRABURE


El grito de HyNPP del 27 de septiembre de 2011

3 octubre 2011

La institucionalización del sistema de condenas preestablecidas:

 

A propósito del acto del 27 de septiembre del 2011

 

Ya hace largo tiempo nos preguntamos qué hacer frente a la impotencia que vivimos. ¿Qué hacer con ella? Se intentan cosas, se medita, se piensa, se reza, se es paciente, hasta que al final se grita.

 

El 27 de septiembre fue el grito de la impotencia que vivimos diariamente. Un alarido de dolor. No es antojadiza esta afirmación, no se trata de un grupo de inadaptados que quieren hacerse notar, ni de extrema derecha, ni de reivindicadores del gobierno militar, nada más alejado de la realidad. Se trata del estallido de indignación como hijos en defensa de sus padres, familia y nación, contra toda una estructura premeditada de poder que se junta en un salón mostrándose omnipotente e invencible y plasma en textos su plan sistemático de destrucción.

 

Allí estaban todos juntos como una gran sociedad anónima: jueces, ministros, fiscales y defensores. Incluso el periodista Eduardo Anguita, integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo, hizo honores con su palabra al libro del Ministro de la Corte. Cómo no reaccionar, si era la prueba de la cofradía del poder que subsiste detrás de todos y cada uno de los juicios actuales.

 

Como no gritar cuando el presidente de la Corte Suprema de Justicia, que deberá revisar en última instancia los casos de nuestros padres, se encuentra presentando un libro y exponiendo los futuros fundamentos de la confirmación de los castigos.

 

Como no gritar si se encuentra prejuzgando continuamente cuando afirma la institucionalización de los juicios = condena de los militares y la continuidad irrefrenable en este camino.

 

Desde una estructura lógica, si la máxima autoridad judicial invita a sus inferiores a continuar en este camino y, asimismo, afirma la institucionalización de los juicios y la no marcha atrás ¿cómo va a contradecir en un futuro a los jueces que siguieron su recomendación o mandato y va a modificar algo que procura ser establecido y de lo que no se vuelve? ¿No haría con un fallo adverso implosión de su propia pretensión? Porque debemos estar atentos, esta supuesta institucionalización recién ha comenzado, todavía necesita que sus bases sean solidificadas, y el medio elegido es la irrestricta decisión de confirmar todas las condenas, reafirmando la doctrina impulsada desde los fallos de Arancibia Clavel , Simón y Mazzeo. Esta es la política de Estado de Derechos Humanos que tanto hemos escuchado mencionar.

 

Sin embargo, para que algo esté institucionalizado no es suficiente un fortalecimiento formal, que es su sostenimiento en el tiempo, sino que es necesario el fortalecimiento real que es la aceptación por parte de la sociedad de la justicia y de la necesidad de esa institución.

 

Entonces ¿es posible que esta sesgada institucionalización perdure? Y aquí nos remitimos al señor Pérez Esquivel, premio Nobel de la paz, que dijo, en un momento, de la necesidad de que no se repita el horror. Pues bien, el horror está presente hoy: 145 muertos, prisiones preventivas eternas, sufrimientos innecesarios de enfermos terminales sujeto a prisiones comunes, parodias judiciales, condenas de por vida sin juicio justo, complicidad del Poder Legislativo y Judicial, indiferencia de la sociedad, discriminación y exclusión.

 

Esta es la institución que el doctor Lorenzetti pretende instalar como justa y necesaria para la Argentina. Una institución que en vez de llevar a la unión lleva al desencuentro. El mismo señor Ministro de la Corte lo reconoció mientras le mostrábamos nuestro dolor: “evidentemente este tema no está cerrado en la sociedad”. Pues bien, tampoco se va a cerrar con esta modalidad que impusieron, porque la Justicia no nace de de la Injusticia, ni se convalida su vicio intrínseco sustancial con el paso del tiempo. El acto injusto es injusto siempre, es, en síntesis, lo único imprescriptible.

 

 Y aquí es cuando cobra vida el sentido del grito del 27 de septiembre. Las condenas podrán ser sostenidas formalmente pero jamás serán aceptadas, porque atenta contra la unión nacional, el afianzamiento de la justicia, la consolidación de la paz interior, la provisión a la defensa común, la promoción del bienestar general, y el aseguramiento de los beneficios de la libertad; y hasta tanto sea así estaremos presentes.

 

Por la Libertad de los Presos Políticos de Argentina.

Hijos y Nietos de Presos Políticos
https://hijosynietosdepresospoliticos.wordpress.com/

La necesaria pacificación y reconciliación

23 agosto 2011

La Nación (Edirorial)  – Domingo 21 de agosto de 2011

La historia no puede ser reconstruida según el color de un dogmatismo faccioso e interpretaciones sesgadas y asimétricas

 

l holgado triunfo del oficialismo en las primarias del domingo pasado hace probable la reelección de Cristina Fernández de Kirchner por un nuevo período. Las primeras declaraciones de la Presidenta tuvieron un tono conciliador, pero aún es prematuro deducir de esa circunstancia que luego del 10 de diciembre, si se ratifica el apoyo electoral a su continuidad, habrá un giro en las formas de gobierno. Lo que sí puede decirse es que el país está frente a un horizonte en el que serán necesarias políticas correctivas en lo institucional, en lo moral y también en la gestión.

La pérdida de las supuestas virtudes del llamado «modelo», sin duda precarias, exigirá corregir desbordes y distorsiones mediante políticas menos amables al ciudadano común que las de corte populista que caracterizaron estos últimos años.

La paz social es una condición para cualquier gobierno que se proponga un mejor futuro. Pero lo es aún más si inevitablemente deberá transitarse por una gestión en que la ciudadanía deba enfrentarse a una realidad más sacrificada que la aparente bonanza material que fue posible con la inmensa ayuda de fortísimos vientos externos favorables.

Porque la confrontación ya no podrá ser un instrumento de poder. Es imprescindible volcar los esfuerzos y las esperanzas hacia un futuro que deberá construirse con todos los argentinos. Con más razón, por los tiempos difíciles que se avecinan, se hace necesaria la pacificación y la reconciliación, y un sereno entendimiento.

Una condición esencial es superar una permanente mirada hacia el pasado, teñida de interpretaciones sesgadas, asimétricas y vengativas. Esto no se logrará pretendiendo reconstruir la historia según el color de un dogmatismo faccioso del presente, que omite una mitad de los hechos según su particular ideología e intereses.

Menos aún podrá cultivarse la paz interior si esta visión hemipléjica y plagada de odios se introduce en las aulas escolares, en las universidades y en los medios de comunicación. Por el contrario, las mentes de nuestros jóvenes deben poder analizar los hechos pasados con mayor objetividad que sus mayores, muchos de los cuales todavía conservan recuerdos dolorosos de los momentos vividos en las últimas décadas

Con esta misma desviación, se ha presionado políticamente a la Justicia para que ésta actúe vulnerando principios que deben regirla y que nunca debieron abandonarse. La declaración de la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final rompió con el principio legislativo de que las leyes se derogan o se modifican, pero no se anulan. A partir de allí, quedaron arrasados los principios de irretroactividad de la ley penal, cosa juzgada y aplicación de la ley penal más benigna. De esta forma, se ha llevado a prisión a más de 1000 miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad, mientras esta misma justicia no ha alcanzado a los terroristas que estas fuerzas combatieron.

La lectura correcta de la historia exige una visión integral y comprehensiva de los acontecimientos de violencia extrema de la década del setenta. La magnitud de las acciones del terrorismo subversivo en la Argentina superó a la de otros países de la región y también de otras latitudes. Las organizaciones armadas llegaron a contar con más de 10.000 combatientes, con apoyo externo. En un país altamente urbanizado como el nuestro, esto se tradujo en abrumadoras prácticas terroristas en las ciudades.

El terrorismo atacó al gobierno constitucional encabezado por el propio Juan Domingo Perón, quien optó por la represión ilegal a través de una fuerza parapolicial, la Triple A. Más tarde, ante el desborde de la violencia y el clamor ciudadano, el gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón ordenó a las Fuerzas Armadas aniquilar el accionar subversivo.

Al elegir los métodos para llevar adelante esa orden, se descartó la creación de un tribunal especial y se optó por privilegiar la eficacia y la urgencia, sin medir debidamente las consecuencias que ello tendría en la generación de excesos y la violación de derechos humanos. La lucha antisubversiva tomó el carácter conocido que luego desdichadamente iba a continuarse con el gobierno militar que se inició en marzo de 1976.

La represión nació como una reacción ante una acción previa, y las violaciones a los derechos humanos fueron una indebida y condenable consecuencia de la que la sociedad argentina aún se repone.

El gobierno constitucional de Raúl Alfonsín enjuició a las juntas militares y, aunque en forma limitada, a los dirigentes de la guerrilla. Pero no pudo evitar que los tribunales federales avanzaran en el enjuiciamiento de miembros de menor jerarquía, incluyendo suboficiales y policías. Esto llevó a levantamientos castrenses y finalmente a la sanción por el Congreso de las leyes de punto final y obediencia debida. La extinción de las causas penales fue muy abarcativa y alcanzó también a terroristas. Posteriormente, Carlos Menem dictó los indultos, tanto a militares como a subversivos.

Sin embargo, en estos últimos ocho años se desanduvo fuertemente este camino. El presidente Néstor Kirchner presionó sobre el Parlamento y la Justicia para la anulación de las citadas leyes y de los indultos. Apareció entonces la figura de la imprescriptibilidad por la calificación de lesa humanidad, pero sólo para una de las partes. A partir de allí se condenó a militares y policías sobre la base de leyes sancionadas posteriormente a los hechos juzgados, al tiempo que se prolongaron y se siguen prolongando centenares de prisiones preventivas sin condena, por plazos superiores a los que la ley admite. No se aplicó el mismo tratamiento a los crímenes del terrorismo organizado. De esta forma la justicia pareció convertirse en venganza demorada. Tampoco las víctimas del terrorismo han tenido justicia ni reconocimiento.

Las rémoras ideológicas que tomaron impulso oficial en los últimos años han generado también una suerte de aversión a todo lo que se parezca al mantenimiento del orden público o a la legítima represión del delito común. El piqueterismo y la inseguridad ciudadana se han convertido en factores adicionales de disociación social, y siguen creciendo en todo el país.

Así como fue imprescindible que las fuerzas armadas entendieran para siempre que debe ser respetado el poder civil emanado de la Constitución, también es necesario que la sociedad civil recupere el respeto hacia ellas en la seguridad de la paz.

En definitiva, la Argentina está profundamente dividida y exasperada. Ningún país puede proponerse objetivos y acuerdos superadores en estas condiciones. La reconciliación y la pacificación interior son una condición esencial, para lo cual es menester que en el poder político se abra un período de serena reflexión, con vistas a un pronto diálogo.


Soy un preso político en democracia

5 agosto 2011

Por Claudio Raúl Grande

Quiero por este medio dirigirme a mis amigos, clientes de La Plata, personas que me conocen y aprecian, sobre mi situación procesal, según relaté y mandé por mail por mi familia el 29/3/10 y el 1/4/10 por La Nueva Provincia de Bahía Blanca, a raíz de las actividades en mi contra según el expediente 16.419/2003 iniciadas en el Juzgado de Instrucción Nº 1 de La Plata a cargo del doctor Humberto Blanco, secretaria a cargo de la doctora Ana Cotter.

Las mismas se remontan a los años 77/78, confundiéndome con un “guardia” de un “centro clandestino de detención” bajo el nombre de “Pablo”, según denunciaron dos testigos, 30 años después, reconociéndome por medio de una fotocopia de una foto sacada en 1974.

Al respecto, deseo dejar en claro que las tareas que desempeñé en el Ejército en esa época fue como empleado administrativo en el Destacamento de Inteligencia 101 de La Plata, según consta en mi legajo y totalmente ajeno a los cargos que se me imputan, como ya lo expresé anteriormente.

También quiero aclararles los siguientes puntos conocidos por muchos, aún desde la época en cuestión:
1) Según los testigos, “Pablo” en 1975 había cursado quinto año en la facultad de veterinaria de La Plata.

La realidad: ingresé en la facultad en 1974, por lo tanto nunca pude cursar quinto en 1975.

2) Según los testigos, “Pablo” ingresaba al centro clandestino en un “auto chiquito”.

La realidad: mi primer auto lo compré en 1987. No sabía conducir, tramitando el permiso de conductor en la Municipalidad de Ensenada, ya que en ese año residía en 124 entre 43 y 44 de dicha localidad. Una entrañable amiga que actualmente se domiciliaría en Los Hornos me enseñó a conducir.

3) Según los testigos, “Pablo” tocaba la guitarra y cantaba canciones de Mercedes Sosa, y “tenía buena voz”.

La realidad: jamás toqué instrumento alguno. El único tema que sólo me animé a entonar fue siempre el Himno Nacional, en las fiestas patrias en la escuela donde concurrían mis hijas.

4) Según los testigos, “Pablo” en esa época vivía en City Bell.

La realidad: en esa época vivía en 518 bis entre 4 bis y 5 de Ringuelet. Residí  en City Bell hasta los 17 años, y un pequeño período en 1974 en la calle Papini entre 14 bis y 15.

5) Según los testigos, “Pablo” era rubio.

La realidad: mi cabello es castaño y tengo ojos verdes grisáceos.

6) Según los testigos, “Pablo” tenía un hermano militar que “había muerto por la explosión de una bomba en una dependencia de la SIDE».

La realidad: tengo un hermano fallecido por un accidente automovilístico en 2003.

Todos los que me han tratado por años conocen lo expuesto. Con ello, quiero darles la tranquilidad de que mi inocencia será el corolario de toda esta lamentable situación que hoy vivo yo y también vive mi familia, y sé que la justicia aunque lenta siempre llega.

Quiero realizar también una pequeña mención a informaciones periodísticas malintencionadas difundidas en Miradas del Sur con fecha 21/2/10 en la que se me acusa de ser el “más agresivo” de los guardias, así como la publicación de una foto el 13/3/10 por elargentino.com en la que estoy acompañado de cuerpo entero con un formidable e incondicional amigo, anunciándose que se ofrece una recompensa por su localización ya que se encuentra prófugo de la justicia. Valga agregar que mi amigo ya inició las acciones judiciales correspondientes por tal agravio. Asimismo en dicha foto se me tilda de “pescador rabioso”. ¿?

A todos mis clientes y amigos que me han hecho llegar por distintos medios su incondicional apoyo, les mando un abrazo, un hasta pronto o hasta que la justicia lo determine y reiterando un fraternal agradecimiento por la confianza recibida.

Doctor Claudio Raúl Grande
DNI 8.575.739
(Médico veterinario-preso político)


Palabras para la presentación del Libro “Noche de Lobos”, de Abel Posse, en la Feria del Libro

10 May 2011

Viernes 6 de mayo de 2011

Escrito por el Tata Yofre

Querido Abel. Estimada audiencia.

Es la primera vez que vengo a la Feria del Libro a presentar una obra. En verdad, me siento más cómodo rodeado de papeles cuyos contenidos ya no se pueden alterar.

Como carezco de tu imaginación y tu rica pluma, me defino como un simple cronista de mi tiempo. En este caso, el periodismo lo ejerzo buscando aquellos documentos que son útiles para rescatar del olvido a las personas y los hechos que no merecen permanecer en la oscuridad. En definitiva, Abel, vengo a decirte que me siento orgulloso de ser una suerte
de “auxiliar” tuyo. Se que vos a los viejos papeles le das una inspiración que yo no lograría alcanzar.

Vamos a tu libro, “Noche de Lobos”. Tú obra, disculpáme si no te agrada mi ejemplo, es una “caja negra” del drama argentino. La “caja negra” es ese instrumento que tienen los aviones más sofisticados, que sirven para resguardar las últimas conversaciones de los pilotos, los datos más precisos del navío, todo aquello que pretende conservarse en caso de accidente.
Prefiero dar esta imagen, que decirte que tu obra me recuerda en algunos de sus pasajes al Infierno de la “La Divina Comedia” del Dante.
No lo es por dos razones. Una porque el Dante escribió una alegoría y tú obra esta asentada sobre hombres reales, con nombres supuestos pero historias ciertas. También prefiero decirte que tu obra es una suerte de “caja negra” porque vivimos en un país que ha sufrido un “accidente”, muchos accidentes, en lo que va de mi generación.

Gran parte de “Noche de Lobos” transcurre en la Escuela de Mecánica de la Armada, la misma que supe condenar en 1977, 1978 y 1979. En otras
palabras, cuando había que hablar de la ESMA, yo hable de lo que pasaba en la ESMA. Debo decirte, querido Abel, que en aquellos momentos entre los que me escuchaban solo encontré temor, silencio e incomprensión.
No puedo olvidar aquel día de la final del Mundial de Fútbol de 1978, la gente festejando en las tribunas y yo pensando que ahí, a pocas cuadras, había gente sufriendo en la ESMA. ¿O no se recuerda que el equipo de Holanda no salió a recibir la medalla por haber alcanzado el segundo puesto?

Esos recuerdos y otras desgracias me hicieron valorar años más tarde la importancia de la Cámara Federal Penal de la Nación de 1971-1973 y el coraje de todos los que la integraron, porque le pelearon al terrorismo con los códigos en la mano. Por eso escribí “Volver a Matar”. Siempre agradeceré a los funcionarios de esa Cámara que se quedaban a dormir en las comisarías para cuidar a sus presos de cualquier sorpresa.

Seamos sinceros entre nosotros, después del 25 de mayo de 1973 no hubo Justicia tal cual nosotros la entendemos. Existió la ley de la calle.
Basta recordar, como eslabones de una larga cadena de asesinatos que conmovieron a la sociedad argentina, a José Ignacio Rucci, el almirante Hermes Quijada, Arturo Mor Roig y Rodolfo Ortega Peña. Todo esto transcurría en medio de las presidencias de Raúl Lastiri, Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón.

Con el desorden a flor de piel, Perón dio las “Instrucciones” para terminar con la infiltración marxista en el Movimiento, con todos los “medios que se consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad”. En ese documento se pronunció la palabra “guerra”, ya escrita en los comunicados de las organizaciones terroristas. Después, el 7 de febrero de 1974, Perón pronunció la palabra “purificación”. Es decir, suprimir todo aquello que sea malo o extraño al cuerpo social. Así se entendió ayer, así se entendió después.

Después de mucha violencia, una suerte de “guerra civil intermitente”, como reconoció Montoneros en abril de 1989, el poder en la Argentina cayó en manos de las Fuerzas Armadas. “La sociedad, como me dijo un político temeroso en la soledad de su oficina, le dijo a las FFAA, terminen con este caos pero no me digan cómo lo van a hacer”.
Y Balbín no le fue a la zaga: Le dijo a Jorge Rafael Videla: “Terminen con esta agonía pero no esperen que los vaya a aplaudir…por mi educación, mí militancia no puedo aceptar un golpe de Estado.” Mal hecho, querido doctor Balbín, no se puede pedir un golpe y después andar silbando bajito con cara de yo no fui. No hicieron lo mismo en Chile, Eduardo Frei Montalva y Patricio Alwyn, tras el golpe del martes 12 de septiembre de 1973.
Raúl Alfonsín exigió algo parecido, en febrero de 1976, al general Ibérico Saint Jean en Chascomús.
¿Y qué nos dice un amplio sector del peronismo que se desentendió del gobierno de Isabel? ¿Y Montoneros? ¿Acaso Mario Eduardo Firmenich no afirmó “cuanto peor mejor”?

Así a los saltos, en medio de las bombas y los asesinatos, llegamos a la ESMA. ¿Y Qué fue la ESMA? Fue un lugar por donde pasó gran parte de la oficialidad joven, en su gran mayoría para cumplir órdenes. Ordenes. Y yo que una vez pase por una academia militar sé que “una orden, primero, se cumple” y si no se esta de acuerdo “después se levanta un recurso”. En el caso de la ESMA: ¿A quiénes iban a presentar un recurso los jóvenes oficiales? A nadie, porque el Almirantazgo los dejó librado a su suerte.
Al mejor estilo de aquél político cobarde: “Hagan lo que tiene que hacer pero no me lo cuenten”. Entonces llego a la ESMA la hora de la “tortura técnica” y la “desmesura”, que vos Abel narras como nadie. La hora del “Sultán”, un Rey, un Monarca, dueño de la vida y de la muerte. Detrás del “Sultán” estaba el personaje “Chavarri”, emparejado con la “Negra” Marta Bazán, un cuadro de las FAR, de quien “Goyo” Levenson, su suegro, siempre esperó una explicación de por qué había entregado a su esposa.
Murió sin encontrar respuesta. Recuerdo que me contó su historia durante su exilio y así se conoció en la Argentina.

A través de tu novela histórica recobran vida “Perrone”, “El Lobo” “Armando” y su novia “Greta Carrasco”. También se habla de “Natalio Kurten”, el que en la realidad intentó volar la Fragata “Santísima Trinidad”, entre otros graves atentados; el “Negro” Stille, quien se ligó afectivamente con “Greta” violando el código de conducta revolucionario, porque su esposo “Kurten” estaba preso; “Mendioroz”, un amante de los uniformes, a quien yo reconozco con los nombres de guerra “Mendricrim”, “Lauchón” o “Hernán”. Todos personajes siniestros que de haber triunfado nos hubieran implantado el modelo cubano, o “castrista”. En estos días lo ha reconocido Antonio Cafiero.

Ni qué hablar de “Rodolfo Gallindo”, un aventurero de la peor especie, al que tuve que tratar y sentarlo frente a Jorge Born en el “Hotel Lancaster” y así ir preparando el clima para el primer indulto de 1989. Lo junte con el empresario a quien le pidió perdón y le devolvió el reloj que le había robado en 1974, cuando lo secuestró. Pensé que iba a hablar de “reconciliación, de un país “vivible” y salió pidiendo dinero.

Resumiendo, a la Armada, tras el 24 de marzo de 1976, recibió la responsabilidad de “purificar” a la Argentina de los Montoneros. Lo hicieron muy mal pero lo hicieron. Su centro fue la ESMA. También fui impiadoso con ese centro durante mi vida en el exterior, entre 1979-1982.
Un muy cercano pariente mío, quizá un ejemplo de una sociedad que se mantenía (y mantiene) al margen de todo, como si nada los conmoviera, se puso a llorar, en Washington, cuando le mostré un informe de lo que allí pasaba.

Con la Argentina al borde del incendio y el quebranto como lo dejó Raúl Ricardo Alfonsín, con Carlos Saúl Menem llegaron los indultos, como una forma de poner un bálsamo en las tremendas heridas, en uno y otro bando.

Aún espero una palabra de Menem al respecto. Confío en que no pase a la historia de una manera tan indigna. Que la valentía que supo demostrar en algunos momentos no se melle ante los vientos del “progresismo” o el temor a alguna revelación de su íntimo pasado.

Lo cierto, Abel, es que en ese pozo negro de la ESMA entraron muchos, demasiados, personajes, tan bien reflejados en tu libro. Los que perdieron la guerra militar, hoy son vencedores. Y a los que triunfaron los convirtieron en “presos políticos” porque para llegar a ellos se violaron todos los preceptos jurídicos y consitucionales. Sus juicios no son juicios, son parodias. Es venganza. La humillación como dijo “Armando”

Fue reparador observar en el relato los nombres de Ignacio Pirovano, Nora Jaureguiberry, Hugo Caballero, Javier Fernández y Jorge Mourath, personajes que pasaron por el Palacio San Martín, en su gran mayoría, y que dejaron recuerdos muy gratos.

Quiero dejar una media revelación antes de irme y transmitir mi conclusión final. En una ocasión un presidente constitucional me pidió a través de altos jerarcas de su gobierno si yo podía hablar con un argentino amigo mío para que ayudara a que el capitán de la Armada, Ricardo Cavallo, no saliera de México, extraditado a España, cuando lo pedía un juez Garzón. Tomé esta solicitud como una “cuestión de Estado”. Hable con ese argentino, muy comprometido hechos que pasaron en la década del setenta. Después d escucharme, me dijo: “Si Tata, te voy a ayudar porque a esta página hay que darla vuelta”. Es decir, demostró una enorme grandeza. Así viaje a México y ayude al capitán Cavallo.
No se hizo más porque el “timorato” presidente no dio otra orden. Si hoy me volvieran a pedir un favor similar lo haría. Incluso por alguien que estuvo en lo que yo considero la mala senda con tal de terminar este clima de odio en el que estamos sumergidos. Como cuando me senté a conversar, como argentinos, con tus personajes Estefanich, Cirilo Gannan, “Bonfanti” y “Del Toro”.

Y me voy, ahora sí, con la conclusión. Esto es lo que yo pienso a mis 64 años, tras haber sido testigo y vivir innumerables acontecimientos. De esta posición no me muevo, a pesar de los agravios: Si ellos, los terroristas, hubieran ganado esa “guerra”, tal como la reconoció la Cámara Federal de 1985, esta Feria del Libro de hoy no se hubiera realizado, y muchos de los
que aquí estamos viviríamos en el exterior o hubiéramos sido fusilados.

Por razones muy privadas yo no voy a visitar a los presos en Marcos Paz, pero desde aquí les digo “gracias”. A pesar de sus enormes errores y sacrilegios, “Muchas Gracias” y aspiro a que salgan cuanto antes.


Exposicion del Dr Alberto Solanet en el Club del Progreso – 23 Mar 2011

27 marzo 2011

Amigos:

 

Seguramente mañana 24 de marzo, el gobierno desplegará toda su artificiosa liturgia para celebrar el “Día de la Memoria la Verdad y la Justicia” La institución de ese feriado y su denominación muestra una visión sesgada, parcial y engañosa de la historia. Si de memoria y verdad se trata, resulta inconcebible que el 24 de marzo de 1976 no sea considerado como la consecuencia de una profunda y caótica crisis que estaba caracterizada por la degradación, el vacío de poder, la corrupción y una guerra ya desatada contra un terrorismo apabullante. Así fue visto en aquel entonces por la mayor parte de los argentinos.

 

Como siempre la fiesta abundará en la exaltación de los derechos humanos a través de genuinos interpretes de una concepción groseramente restringida de tales derechos, opuesta a la nota esencial de universalidad que debe caracterizarlos. Es una concepción viciosa, para no andar con eufemismos, que hoy, para una parte importante de los argentinos, sustituye a la legalidad. Ya no rigen  ni las garantías constitucionales ni el Código Penal para aquellos que han sido fulminados por la acusación de haber cometido delitos de “lesa humanidad.

 

.Las bandas terroristas que asolaron a la República durante las décadas del ’60 al ’80 tenían como objetivo reiterada y públicamente declarado, tomar el poder por la violencia en el país, para luego implantar un sistema  marxista-leninista, como en Cuba, cuyo gobierno brindó apoyo, asilo, entrenamiento y medios a los subversivos que tomaron las armas contra la Nación para lograr aquel empeño.

En su accionar no trepidaron en asesinar, robar, secuestrar, extorsionar, y cometer toda clase de atentados violentos, no solo contra los integrantes de las FFAA y FFSS y sus guarniciones, sino también contra civiles inocentes, políticos, empresarios, y sindicalistas

El conflicto se acentuó en la década del 70, y lamentablemente, al restablecerse en 1973 el régimen constitucional, las tres  primeras medidas del Congreso y del Poder Ejecutivo  fueron disolver la Cámara Federal en lo Penal con competencia para juzgar a los imputados de hechos terroristas, derogar la legislación penal que sancionaba tales conductas, y liberar indiscriminadamente a todos los imputados, procesados y legítimamente condenados por actos terroristas. Presos que habían sido juzgados con todas las garantías del debido proceso, que inmediatamente retomaron sus actividades criminales.

 

En esta actitud irresponsable participaron, no solo los ideólogos de la subversión, que se encaramaron en el gobierno títere de Campora, sino también,  el Congreso en pleno, que por aclamación sancionó la amnistía y la disolución de la Cámara Federal. En descargo se adujo que los presos ya estaban libres. Vaya justificativo. Ni siquiera se apeló a la postura testimonial. Indudablemente esa dirigencia no estuvo a la altura de las circunstancias.

 

La guerra adquirió una intensidad sin precedentes. Diariamente ocurrían los más espantosos homicidios, secuestros, usurpaciones, asaltos a guarniciones militares y otros gravísimos delitos. Un verdadero baño de sangre.

 

A partir de decretos dictados por  Isabel Perón e Italo Luder, ante una situación caótica que desbordaba a las instituciones policiales, en 1975 se ordenó a las fuerzas armadas que aniquilaran el accionar terrorista.

 

La guerra prosiguió con su secuela de excesos, hasta que finalmente la embestida guerrillera quedó bajo control, con muy aislados brotes de violencia.

 

Al asumir las autoridades constitucionales el 10 de diciembre de 1983, resolvieron enjuiciar a los Comandantes en Jefe, sustanciándose un proceso ante el Consejo Supremo de la Fuerzas Armadas y, simultáneamente, dispusieron denunciar a los dirigentes  de la guerrilla en actuaciones que tuvieron limitada proyección. En cambio, los tribunales federales, después de abocarse al conocimiento de los procesos castrenses, vulnerando la garantía del juez natural, avanzaron hacia toda la línea de mando de las fuerzas armadas, de seguridad y policiales, sin excluir a quienes ostentaban las jerarquías más modestas como oficiales o suboficiales.

 

A partir de 1987 surgieron levantamientos militares que finalmente fueron superados a través de las leyes de punto final y obediencia debida. También los imputados de hechos subversivos fueron incluidos por el Congreso entre los beneficiados con la extinción de las acciones penales. Finalmente, en 1989 y 1990, se dictaron amplios decretos de indulto para todos los que participaron en la guerra.

 

Ante el estupor de muchos que consideraban superado el conflicto, e impulsada por motivaciones ideológicas y resentimientos, la confrontación  resurgió, y, con auspicio del presidente Kirchner, se forjó  una visión asimétrica y unilateral del último medio siglo, según la cual los militares e integrantes de las fuerzas de seguridad fueron malvados asesinos que persiguieron a jóvenes idealistas que sólo querían procurar el bien de las clases mas humildes. Se ha predicado a tiempo y a destiempo, el odio y el resentimiento contra un solo sector  de la contienda, como si la guerra se hubiera desatado sin que nadie la hubiere provocado. Se fue acentuando el hostigamiento contra militares y fuerzas de seguridad cuyo objetivo es privarlos de su libertad a cualquier precio. Falsa visión de los hechos que se impuso como verdad incontrovertible en el desarrollo de los múltiples procesos judiciales y que ha hecho olvidar que el exterminio del terrorismo había sido ordenado por el propio gobierno constitucional del general Perón y  clamado por todo el espectro político de los años setenta.

 

Los agresores de la sociedad civil ahora son apañados y se los destaca como personalidades ejemplares y hasta se les paga abultadas indemnizaciones, además de ocupar altos cargos en el Gobierno. Tamaña tropelía está descripta en detalle en el libro “Operación Primicia”. Los familiares de los conscriptos que defendieron el cuartel de Formosa y dieron su vida por la patria, reciben una magra suma de $800, mientras los familiares de los terroristas atacantes, muertos por las fuerzas del orden, recibieron sumas que van entre los “$200.000 y $600.0000,  considerándoselos “desaparecidos” y en carácter de tales figuran en las lápidas construidas al efecto.

 

 

 

Como afirmara Abel Posse “después de los juicios a las juntas militares y de tantas condenas, los que ejercieron la violencia por orden del Estado carecen de toda esperanza legal, mientras que los violentos del otro sector, con sus miles de atentados, reciben un trato inaceptable en cualquier sociedad civilizada “.

 

A instancias del Poder Ejecutivo, el Congreso resolvió anular los indultos que habían sido homologados por la Corte Suprema y las leyes de obediencia debida y punto final que habían extinguido las acciones  penales, leyes de amnistía que habían sido declaradas constitucionales por el mismo alto Tribunal. Luego, la propia Corte Suprema a través de los fallos a los que me referiré mas adelante, obedeciendo órdenes del Poder Ejecutivo, posibilitó la reapertura de los procesos, vulnerando la garantía de la cosa juzgada, violando de modo manifiesto el principio de legalidad, aplicando retroactivamente normas penales, desnaturalizando la forma republicana de gobierno, desconociendo la presunción de inocencia que tienen todos los procesados, negando la detención domiciliaria a quienes en derecho les correspondía, excediendo en muchos años los límites impuestos a la prisión preventiva por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y su ley reglamentaria, y ejecutando un amplio abanico de medidas persecutorias que sólo sirven para profundizar la discordia y frustrar la necesaria unión nacional.  El recordado Alfredo Vítolo, tan asiduo concurrente a esta casa dijo: “ Justicia si venganza no”

 

De esta forma cientos de militares con destacados servicios y carreras impecables,  luego de haber permanecido sin objeciones en sus respectivas fuerzas, ascendidos a jerarquías superiores en plena democracia, algunos de ellos condecorados por el Congreso como héroes en la guerra de Malvinas, comenzaron a ser imputados por la justicia por hechos ocurridos casi treinta años atrás, detenidos y sometidos a un largo encarcelamiento sin pena ni juicio. El mismo Estado que durante un gobierno constitucional les encomendó aniquilar las fuerzas irregulares que sumieron al país en la violencia de una guerra revolucionaria, el mismo Estado que dictó las leyes que significaron tres amnistías sucesivas, el mismo estado que revisó prolijamente sus casos y luego los mantuvo en actividad durante mas de quince años sin cuestionamiento alguno, ese mismo Estado modificó radicalmente su postura e instaló una persecución implacable e ilegal.

 

Félix Luna calificó esta circunstancia como “el regreso al pasado mas sombrío, este intento de reabrir el juzgamiento de las causas militares, negando los efectos jurídicos de la amnistía otorgada por el Congreso en 1987”, y afirmó “que, además de confundido me siento triste. Parece que somos incapaces de resolver un problema que naciones que sufrieron guerras feroces –civiles y externas- supieron cerrar honorablemente. De lo único que estoy seguro es de que alguna vez y para siempre habrá que cerrar la caja de Pandora”

 

Para enfrentar este verdadero esperpento jurídico, resolvimos unirnos y fundar la Asociación de Abogados para la Justicia y la Concordia, habiendo obtenido la personería jurídica a mediados del año pasado, luego de cumplir el año desde la firma del acta fundacional. Fuimos doscientos en ese entonces y hoy llegamos casi a los cuatrocientos abogados, más los adherentes que participan de idénticos ideales. Ponemos de relieve que se ha incorporado un grupo de prestigiosos médicos, quienes están monitoreando el estado de salud de los mil presos políticos, encerrados en distintas cárceles del país.

 

La cuestión no es ya meramente jurídica sino de naturaleza moral. No es el horror de la guerra lo que está bajo examen sino la opción sistemática por alternativas que, transcurridos casi cuarenta años desde que comenzara la etapa más violenta de la  contienda,  alientan el odio y la desintegración social, empujando a los más extremados a reacciones graves e imprevisibles. Son ya  mil los presos políticos y el número crece de modo inquietante. Digo bien, se trata de presos políticos, pues su procesamiento y encierro obedece a una decisión política, absolutamente infundada en ningún presupuesto legal. Están presos por haber cumplido con su deber, por haber peleado en defensa de la Nación. Que democracia y que república se puede construir sobre esta realidad aciaga. En definitiva no estamos en tiempos de paz, de la paz verdadera, que como decía San Agustín, es “la tranquilidad en el orden”, y en nuestra patria no hay orden.

 

Nació nuestra agrupación en torno a la visita a las cárceles, para encontrarnos con los presos, recoger sus inquietudes, levantarles el ánimo, aunque en este punto por lo general ocurre lo contrario, ellos son los que nos transmiten entusiasmo y coraje para seguir en nuestro empeño. Sienten que su injusto encierro es un acto más de servicio. Una de las peores sensaciones, es asumir que las respectivas fuerzas a las que pertenecen, institucionalmente les soltaron la mano, dejándolos a merced del enemigo.  Luego de cada visita, uno sale edificado por el testimonio de valor y patriotismo que nos contagian.

 

No hemos faltado una sola semana a las visitas a las distintas cárceles, Marcos Paz, Ezeiza, Campo de Mayo y Villa Devoto. Nuestra actividad, en el primer año de vida, ha crecido en forma constante. Hemos denunciado en distintos foros  esta realidad, frente a la sociedad, indiferente y adormecida, sometida desde hace años a una venenosa  e implacable campaña de adoctrinamiento sesgado, que ha logrado destruir a las fuerzas armadas, sin discernimiento alguno. La sociedad en general, la dirigencia política y empresaria dan vuelta la cara ante esta ominosa realidad. No es políticamente correcto hablar del asunto. Años atrás, observamos con estupor, que, al mejor estilo Estalinista, cerraron un siniestro acuerdo, la Sra.de Carlotto y el Ministerio de Educación, para la edición de libros de lectura, para distribuir en todas las escuelas del país, de cuyo contenido y orientación huelgan comentarios. Últimamente, se ha sumado, en acuerdo con el mismo Ministerio, un libro destinado a exaltar la figura del Che Guevara, a quien se lo presenta como una especie de “Robin Hood”. Esta ponzoña, que envenena el alma de nuestros niños, desde su más tierna infancia, no ha merecido, que yo sepa, salvo contadas excepciones,  la más mínima condena.

 

La situación es hoy extremadamente grave porque, contrariamente a lo resuelto por la Cámara Federal cuando juzgó a los Comandantes, en el sentido de que la defensa de la sociedad agredida había sido monopolizada por las fuerzas militarizadas, sin participación de los funcionarios que cumplían actividades civiles, ahora se ha extendido a estos sectores la responsabilidad por las extralimitaciones cometidas en el curso de la guerra, haciendo tabla rasa con principios elementales del Derecho Constitucional y del Derecho Penal que distinguen desde hace años a los países civilizados. Al convalidar la detención del ex Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Jaime Smart,  la cámara del distrito  ha llegado al extremo de sostener que la sola circunstancia de haber aceptado y desempeñado tal cargo, es suficiente para involucrarlo en la ejecución de hechos en los que no tuvo ni pudo tener participación alguna. Con esta nueva línea jurisprudencial la revancha ya no tiene límites.

 

Rechazaríamos, también por razones morales, que se cometan las mismas aberraciones jurídicas con quienes ayer agredieron  a la Nación y hoy gozan de los favores  oficiales y desempeñan altísimos cargo en los tres poderes del Estado Nacional. Las acciones penales contra todos los contendientes están irreversiblemente extinguidas y así deberán declararlo en algún momento los jueces, si la Justicia es finalmente restablecida. Porque, como lo ha declarado la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales en su dictamen del 25 de agosto de 2005, descalificando  la línea jurisprudencial iniciada  a partir del año 2004, “los principios de legalidad, irretroactividad de la ley penal, ley penal más benigna, cosa juzgada, derechos adquiridos, no sólo están en el texto de la Constitución Nacional, sino en su espíritu y, más aún, constituyen la esencia del constitucionalismo clásico de los siglos XVIII y XIX, principios que no han sido modificados por las etapas posteriores del constitucionalismo, que tienen varios siglos de vigencia y que nunca han sido cuestionados”.

 

Los propios jueces que condenaron a las Juntas han manifestado su desacuerdo con este enfadoso desvío de la justicia. Así se expresaron en el reportaje publicado en el suplemento “Enfoques” de La Nación del 15 de agosto de 2010, el Dr. Strassera:”este gobierno quiere prolongar estos juicios como forma de agitar la banderita de los derechos humanos; A su vez el Dr. Ledesma: “Nosotros en 1985, no juzgamos a las Juntas por delitos de lesa humanidad, juzgamos por delitos comunes, y mas adelante agrega “yo creo que si se admite la imprescriptibilidad, que acabo de decir que viola el principio de legalidad , también debían ser juzgados hoy en día los líderes de la subversión” y finaliza afirmando que “ creo que el principio de legalidad no puede ser derogado por nada porque es uno de los logros mas importantes de la civilización El Dr. Torlasco por su parte dijo: “ Aquí en este momento se están juzgando hechos que normalmente hubieran estado prescriptos de acuerdo con el artículo 18 de la Constitución,. Se está juzgando por la aplicación retroactiva la convención sobre imprescriptibilidad de delitos de lesa humanidad” Finalmente el Dr. Moreno Ocampo, opinó “Yo creo que la objeción de Ledesma de que los crímenes de lesa humanidad, si no se utilizaron en el juicios, no se pueden utilizar para la prescripción, es válida. Aquí hay un problema grave de prescripción

 

Urge volver al cauce de la Constitución histórica, recurriendo incluso a los remedios que están en su texto y que ninguna convención internacional ha abolido, que permitirían afianzar la paz interior y superar las secuelas más dolorosas de nuestra guerra. Sobre el punto, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el  Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos autorizan la amnistía y el indulto “en todos los casos”,  incluso  “para los delitos más graves”.

 

La Convención Reformadora de 1994,  en la misma sesión plenaria que aprobó la redacción del actual artículo 75 inciso 22 y otorgó jerarquía constitucional a varios convenios internacionales, rechazó la pretensión de que los delitos de lesa humanidad fueran imprescriptibles y no susceptibles de amnistía, indulto o conmutación. ¿Cómo es posible que ahora se reclame que los jueces juzguen y condenen  rápidamente a quienes ya han sido amnistiados o indultados por delitos que, además, se encuentran prescriptos?

 

Todo esto configura un verdadero desvarío jurídico que incrementa el rencor y el resentimiento, y, como dijo Recondo, ex -presidente de la Asociación de Magistrados, “el desapego a la ley en defensa de intereses facciosos. ha tocado fondo en la argentina” Es evidente que no median obstáculos jurídicos genuinos que impidan recurrir a medidas pacificadoras, como lo hicieron los pueblos sabios,  en Europa y  América, para aplacar los odios engendrados por los enfrentamientos pasados. En la segunda guerra mundial murieron 40.millones de personas, en Nuremberg fueron condenados 38 y luego de 20 años quedó un solo preso en Dachau.

 

En mayo pasado, en un acto que organizamos en la plaza Lavalle, frente al Palacio de Justicia, en conmemoración del asesinato del Juez Quiroga, leímos a vos en cuello, una carta abierta a la Corte Suprema de Justicia, suscripta por mas de 180 abogados de la Ciudad de Buenos Aires, que días mas tarde fue publicada en el diario La Nación, mediante una solicitada de casi una página.

 

Entre otros conceptos  manifestábamos que nos inquietaba la instauración, a través de fallos dictados por ese Tribunal, a partir del año 2003,  de una  suerte de derecho de dos velocidades, donde las garantías básicas contenidas en la constitución, que ese mismo cuerpo proclamó hace ciento veintitrés años,  valen para unos y resultan absolutamente ineficaces para otros.  A través de los precedentes  “Arancibia Clavel”, “Lariz Iriondo”, “Simón” y “Mazzeo”, a los militares y fuerzas de seguridad, se les han negado derechos y principios que rigen desde siempre para todos los ciudadanos. Entre otros, decíamos,  se ha desconocido el principio de legalidad,   siendo estos ciudadanos juzgados por delitos llamados de “lesa humanidad” que no existían como tales al momento de los hechos, y que  todavía no han recibido tratamiento legislativo para que se los defina como a todo delito, evitando así el caos interpretativo que impera actualmente, y su consecuente utilización con fines políticos contra adversarios del poder de turno. Hoy podemos afirmar, con inmensa preocupación, que respecto de un importante sector de la ciudadanía, la legalidad y el derecho, han sido sustituidos por un esquema ambiguo y difuso denominado “política de derechos humanos”.

 

Solo a los militares y fuerzas de seguridad no se les aplica “el plazo razonable” para su juzgamiento consagrado por el Pacto de San José de Costa Rica, y se les agravan las condiciones de encierro, manteniendo prisiones preventivas por tiempo indefinido y  a personas que superan los setenta años, edad en que los jueces deben conceder la prisión domiciliaria. Las cárceles no deben ser instrumentos de tortura y no están  preparadas para recibir ancianos ni enfermos. Ello ha generado más de 120 muertos en cautiverio. El P. Castellani decía que la corrupción de la justicia legal es el mal más grande que puede caer sobre una Nación.

 

Como consecuencia de este insoportable desvío de la administración de justicia, sustentada en el odio y la venganza, nos encontramos con mil presos políticos. Son presos políticos por cuanto su persecución y encierro obedece a una voluntad política, con la necesaria complicidad de los legisladores que anularon las leyes mencionadas, haciendo tabla rasa con un principio elemental: el Congreso no puede anular las leyes, sino, en todo caso, derogarlas para el futuro. Sin duda, lo más grave ha sido la disposición de la mayoría de los ministros de la Corte Suprema de Justicia, que terminó avalando esas nulidades..

 

Señores nosotros no nos agrupamos para reivindicar el llamado proceso. Sin embargo somos concientes que en los años setenta hubo una guerra, y que la subversión marxista agresora, fue derrotada en el terreno de las armas, por esas Fuerzas Armadas que combatieron en defensa de la Nación. Cambió el campo de batalla de la antigua guerra sucia de los años setenta entre terroristas que atacaban y militares que defendían. Ha sido ahora reanudada, después de años de olvido y de tranquilidad, en este nuevo campo de acción: el ámbito judicial, a través de juicios plagados de irregularidades y arbitrariedades contra los imputados.

 

Somos concientes que se cometieron torpezas en medio de la guerra. Pero somos igualmente concientes, que hoy, en tiempos de paz, tanto el poder político,  en el que muchos de los terroristas de entonces se han encaramado, y los jueces prevaricadores que le son funcionales, llevan adelante este plan perverso de odio y de venganza, que, además demolió las fuerzas armadas y de seguridad, dejando, hoy, a la Nación absolutamente indefensa ante la región y el mundo.

 

Parece evidente que el propósito es que se mueran en la cárcel. Estas no están preparadas para el encierro de personas que superen los cuarenta y cinco años de edad promedio, y los presos políticos superan fácilmente los sesenta o sesenta y cinco años, muchos arriba de ochenta . Hemos podido ver casos emblemáticos, como el que se publicó en todos los diarios, por lo que resulta inocultable, me refiero a Martínez de Hoz. Los médicos legistas, funcionales al ensañamiento del Juez, estuvieron al asecho, para ubicar el instante que consideraren propicio, para mandarlo a la cárcel. Otro como el General Vertplaetsen, que fue encerrado en Marcos Paz padeciendo un acelerado proceso de Alzheimer, y fue menester llevarlo a la audiencia oral en ambulancia. Así podría comentar otros, como el caso del Comisario Patti, cuyo estado actual es de suma gravedad, o el ocurrido el mes pasado con el Cabo Marcelo Barberis, a quien, encontrándose aun convaleciente de tres by pas, se le revocó la prisión domiciliaria yendo a parar nuevamente a Marcos Paz. Es indudable que los quieren ver muertos. Las normas del debido proceso no existen para esta justicia prevaricadora.

Muchos jueces que tramitan este tipo de procesos han enviado a prisión a personas, sabiendo o debiendo saber que, por su edad o estado de salud, no estaban en condiciones de sobrevivir en un establecimiento carcelario. Estas personas son mantenidas en prisión durante largos períodos, o se les ha revocado la detención domiciliaria que tenían, pese a sufrir discapacidades  agudas. Por ello esos Jueces son los responsables de los muertos en cautiverio. A partir de estos y otros hechos similares , a fin de año, nuestra asociación interpuso una denuncia ante la Corte Suprema de Justicia, haciendo hincapié en la situación aberrante de discriminación e ilegalidad , imputando a los Jueces involucrados “por delitos que podrían ir desde el homicidio, tentativa de homicidio, lesiones, abandono de personas, tormentos, sevicias, prevaricato, incumplimiento de los deberes del funcionario público, denegación y retardo de justicia, hasta la violación del cuidado de sus presos conforme la manda del artículo 18 de la Constitución Nacional (Arbs. 79, 92, 106, 144 bis Inc. 1°, 248, 269 y 273 del Código Penal)”.

Estos hechos, que se verifican exclusivamente en casos de juzgamiento de delitos llamados de «lesa humanidad», son contrarios a una tradición judicial de decoro y respeto de los derechos humanos en los procesos penales. Significan la lamentable trasgresión de diversas normas protectoras de la dignidad humana de alcance constitucional, que la Argentina se ha obligado a garantizar para todos sus ciudadanos. Estos jueces deberán responder por la responsabilidad que les cabe.

Entre otras actividades, hemos asistido a las audiencias celebradas en los distintos procesos, y podemos señalar que en muchos casos se parecen mas a un circo romano que a una instancia judicial. Muchas veces con la asistencia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y patotas de cuantos grupos de izquierda andan por ahí. Este es el clima y el ambiente que han creado los propios jueces, para instalar en la sociedad la sensación de que está el propio demonio en el banquillo de los acusados. No puedo pasar por alto lo ocurrido en Córdoba, en la causa que se le sigue, entre otros, a los generales Videla y Menéndez. En la audiencia se hicieron presentes el Secretario de Derechos Humanos y  ex terrorista, Eduardo Luis Duhalde acompañado de Baltasar Garzón, recientemente separado de la justicia española por prevaricador y coimero, quienes se permitieron hacer declaraciones acerca del proceso judicial, en un desenfadado propósito de presionar a los jueces. Es importante que estos tomen conciencia que hay cuatrocientos abogados que los estamos mirando

 

.Hemos denunciado, y no nos cansaremos de hacerlo, que el avasallamiento de los principios más básicos del derecho, empezando por el principio de legalidad, origina que  cualquier ciudadano argentino esté  en libertad condicional, sujeto al capricho del poder político. Esto no es una presunción retórica. Hemos visto como, desde la Presidencia de la República, se impulsó el procesamiento y encarcelamiento de conocidos empresarios, vinculados a los medios mas importantes de la prensa escrita, a quienes considera hostiles a los fines del Gobierno, acusándolos de absurdos delitos de “lesa humanidad”. Días pasados, atónitos, fuimos testigos de una verdadera operación política, pergeñada desde la Casa Rosada, mediante la cual, uno de los jueces más ostensiblemente corruptos de la actualidad, abusando de las fuerzas policiales, encarceló al dirigente sindical Venegas. Les decimos a quienes hasta ahora se han mantenido indiferentes ante esta lacerante realidad, que pueden ir por ellos y por sus bienes. La persecución no tiene límites.

 

Ayer el Canciller, en uno de sus reiterados excesos, agredió al diario La Nación y a todos sus directivos, por la nota publicada con mi firma. Con singular desparpajo arremetió contra Jaime Smart, Martinez de Hoz, la Sra. de Noble y sus hijos y dijo que la “justicia argentina debiera condenar a los civiles que fueron cómplices de la dictadura militar”. Tiempo atrás, ante el periodista Mariano Grondona, sostuvo que él no se reconciliará jamás con quienes fueron responsables y personeros de la así llamada “dictadura militar”. También destacó “que no necesitaba de ninguna reconciliación y que esto no alteraba en nada su paz”. Además de la gravedad institucional que significan ambas declaraciones, este personaje estaría instigando peligrosamente a una guerra civil entre los argentinos.

 

 

En agosto del año pasado, en una elocuentísima demostración de la decadencia que vivimos, el presidente de la Corte, Dr. Lorenzetti, acompañado de varios Ministros y políticos, absolvió posiciones ante las madres y abuelas de plaza de mayo, y por supuesto, frente al prevaricador Garzón, quien tuvo la osadía de visitarnos, para fiscalizar la conducta de estos jueces serviles y prevaricadores como él. En esta oportunidad y ante semejante auditorio,  el Presidente del máximo Tribunal de la Republica, declaró que “no habrá marcha atrás en los juicios de derechos humanos”, y agregó que el avance de estas causas no solo es el resultado de una decisión política, sino del involucramiento de todos los poderes, y en especial, enfatizó, del poder judicial. Continuó manifestando que “el avance de los juicios por derechos humanos son el resultado del esfuerzo institucional de los tres poderes del Estado, y afirmó que valoraba la decisión del Congreso de anular las leyes de punto final y de obediencia debida como la de la propia Corte de declarar imprescriptibles los delitos de lesa humanidad. Como broche de oro, dijo que habían creado una comisión ínter poderes para llevar adelante esa política de “Derechos Humanos”  como una política de estado. Para colmo, en  oportunidad de inaugurar el año judicial volvió a machacar sobre lo mismo.

 

Señores, me extendí en estas manifestaciones del Presidente de la Corte, por cuanto considero que son de una gravedad extrema. Anticipa que se acabó la república por cuanto hace tabla rasa con la división de poderes, comete un grosero prejuzgamiento, reitera el gigantesco prevaricato en el que incurrió la Corte, evidencia que se ha operado la sustitución del Código Penal, por una difusa política de “derechos humanos” y, al declarar que esta injusta política es una política de Estado, está descartando la posibilidad de la reconciliación de los argentinos, El desprecio por los grandes principios del derecho y  el abandono de la legalidad significan la destrucción del sistema civilizado de convivencia. Ningún ciudadano debiera consentirlo y ningún hombre de derecho dejar de denunciarlo.

 

En un momento, como dije al principio, pareció que las secuelas de la terrible guerra de los años setenta habían sido superadas. Todas las causas que se imputan a quienes hoy están perseguidos o presos, por los hechos de esa guerra, lo mismo que los crímenes cometidos por los subversivos que hoy no están ni perseguidos ni presos, están incuestionablemente prescriptas. Por ello los primeros están ilegalmente presos y estos últimos, legalmente libres.

 

La guerra que se ganó en el campo militar, se viene perdiendo en el campo cultural, en manos del enemigo. Sus mentores tienen despacho cercano al gobierno, que hasta ahora es su astuto brazo ejecutor. Veremos que ocurre de aquí en más. Salvo honrosas excepciones, tanto el poder judicial, como el legislativo le han sido funcionales y por ello hoy se vive en la argentina este clima de odio, venganza y degradación. Definitivamente no hay paz en nuestra patria.

 

Hemos visto con pesadumbre, como en los días de llanto y luto por la muerte de Kirchner, la hipocresía fue el lugar común de cierta dirigencia política que exaltaba su figura justamente, por su “política de derechos humanos”. También  el Jefe de Gobierno de la Ciudad, en un acto completamente descolgado, y en orden a sus denodados esfuerzos para aparecer como “progresista” otorgó la “Medalla del Bicentenario” a los integrantes del Tribunal que condenó a los miembros de las Juntas Militares. Evidentemente no tomó en cuenta que estos- como queda dicho- no están de acuerdo con esta aberrante persecución judicial. Desde luego que con estos comportamientos no se contribuye a la necesaria concordia que debiera alcanzarse entre los argentinos, sino conspira a favor de la persecución y violencia desatada desde el gobierno. Insisto no hay paz en la argentina.

 

Es común a casi toda la dirigencia política afirmar la necesidad de arribar a un acuerdo nacional. Parece indispensable  dar este paso, mediante el cual se convendrían políticas de estado, orientadas al bien común, cuya aplicación se proyecte en el tiempo, con independencia de los sucesivos gobiernos que se obligarían a respetarlas. Ahora bien, ese “Gran Acuerdo” debiera llevar, como premisa necesaria, la concreción de una amnistía general, que clausure definitivamente la situación de encono, de venganza, de persecución implacable y todas las secuelas de la guerra contra la subversión ocurrida en nuestro país hace más de treinta años.

 

La amnistía es un acto de recíproco olvido, quien la recibe debe devolverla y quien la da debe saber que él también la recibe. Marca un olvido, tanto de las injusticias pasadas y sufridas, como de someterlas al veredicto de la justicia presente o futura. Hasta aquí, salvo excepciones, parece no llegar nuestra dirigencia. En cuanto se pronuncia la palabra amnistía o concordia, algunos, no demoran en rasgarse las vestiduras, demostrando cuan alejados están de la racionalidad política y, seguramente,  del sentimiento de la inmensa mayoría de los argentinos. Está claro que ante esta actitud farisaica, hablar de amnistía no parece ser políticamente correcto, pues aunque se trate de una minoría la que no la acepta, hace falta convicciones, grandeza y coraje para sostener la necesidad de su vigencia, virtudes que deberían aflorar en el escenario político.

 

El respeto a la ley es el único camino civilizado para alcanzar la Justicia. Buscamos alertar a la sociedad argentina, en especial a nuestros dirigentes políticos, a la Iglesia y  a los jueces honestos e imparciales que aún quedan, sobre la urgente necesidad de reaccionar con la fuerza de la ley y el orden, contra la acción destructiva de esta revolución cultural que padecemos. Millones de argentinos  lo estamos esperando. Debemos empeñarnos para que se restablezca un orden justo, soporte indispensable de la paz y la concordia.

 

Que Dios nos ayude.

 

Alberto Solanet

 

Club del Progreso, marzo 23 de 2011


La memoria a medias

26 marzo 2011

La Nueva Provincia – 24 de marzo de 2011

Por Agustín Laje Arrigoni (*)

Cumpliéndose en el día de la fecha 35 años del 24 de marzo de 1976, cabe afirmar que la «memoria» ha desplazado a la historia en
lo referido a la lectura que hace la sociedad de los violentos años `70. Se ha enaltecido una supuesta «memoria colectiva» en desmedro
de los hechos históricos, cuestión ésta que desde su concepción es errada: la memoria, por definición, es personal y parcial (nadie puede
recordar por mí, y lo que recuerdo hoy, además de ser resultado de valoraciones y emociones individuales, lo puedo olvidar mañana o
alterar involuntariamente).

No existe tal cosa como la memoria del colectivo; lo que existe es el sistemático estudio de la historia, nutrido por hechos y
documentos.

El relato oficial de los años `70 se ha valido del eufemismo de la «memoria colectiva» precisamente para dejar fuera de la historia
numerosos acontecimientos y circunstancias que, por cuestiones políticas e ideológicas, no resultan convenientes de propagar. En efecto,
la «memoria colectiva» no se trata de otra cosa que del sesgado y manoseado libreto que unos pocos inyectan en otros muchos. Política
pura, en definitiva.

En este nuevo aniversario del 24 de marzo podrán apreciarse los efectos corrosivos que ha tenido la «memoria» en la historia de
los `70. En efecto, en los actos «por la memoria, la verdad y la justicia», nadie mencionará que mientras Isabel era derrocada por las
Fuerzas Armadas, el país afrontaba una sangrienta «guerra interna» reconocida de esta forma por la Justicia Argentina en la Causa
13 declarada explícitamente por organizaciones terroristas subversivas contra la República. «Estamos desarrollando una guerra civil
concentrando los principales recursos hacia la lucha militar y encarando el enfrentamiento con criterio de aniquilamiento» sostuvo el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en sus órganos de prensa en febrero de 1975. (1)

«Nuestra estrategia sigue siendo la guerra integral» declararon por su parte los Montoneros en 1973, también durante una gestión
constitucional.(2)

Más aún, nadie en las arengas que hoy se vociferen mencionará que en esa «guerra revolucionaria» las bandas terroristas perpetraron,
en el período que va de 1969 a 1979, la cantidad de 21.642 acciones extremistas, guarismo que arroja un promedio de casi seis atentados
diarios en ese espacio de tiempo, según los datos de la Causa 13 (Juicio a las Juntas Militares). Las miles de víctimas que fueron
consecuencia de esos atentados, por si faltara indicarlo, tampoco estarán contempladas en la «memoria colectiva».

Pero el reemplazo de la historia por la memoria también tiene otros efectos igualmente nocivos, en tanto que el relato oficial de la
década del `70 omite advertir que numerosos sectores que hoy se llenan la boca de «derechos humanos», cuando las Fuerzas Armadas
tomaron el poder tuvieron una conducta opuesta de cabo a rabo a las banderas con las que ahora se envuelven para hacer política
y lucrar. Ejemplo de ello lo constituye nada menos que el Partido Comunista, que en una declaración pública del 25 de marzo de
1976 aseveró: «La movilización del 24 de marzo había sido precedida de una intensa campaña que reclamaba ‘rectificar el rumbo’.
Efectivamente, era necesario y urgente cambiar el rumbo».(3)

Algo similar podría decirse del Partido Socialista, que no tuvo reparos en comandar la intendencia de Mar del Plata durante el
Proceso, o de colocar a uno de sus mejores hombres, Américo Ghioldi, como embajador en Portugal.
Semejante es el juicio que cabe sobre destacadas personalidades como Ernesto Sábato, recordado por la «memoria» como uno de los
luchadores más infatigables por los Derechos Humanos, pero que la historia lo registró en mayo de 1976 disfrutando de almuerzos con
Videla, y calificándolo a este último frente a los medios de comunicación como «excelente», «culto», «modesto», y como «un General con
civismo».(4)

En el caso de una figura más destacada en la política actual, como lo es el polémico canciller Héctor Timerman, mientras
los «memoriosos» del setentismo aseguran que se trata de un «paladín de los Derechos Humanos», la historia indica que fue nada menos
que el director del diario «La Tarde» , el vespertino que funcionó como una suerte de usina de conspiración que pretendía crear un
clima propicio para el golpe. En el diario dirigido por el canciller kirchnerista se vertieron conceptos como «no sólo de elecciones vive
la democracia»(5), y se informó que durante el Proceso, la represión al terrorismo era «ajustada a las normas jurídicas»(6) y que había
total «vigencia de los Derechos Humanos».(7)

En sus intentos por descontextualizar la historia, la «memoria» también hará caso omiso al estado de situación que reflejaba, a la
sazón, la prensa en general. Así, en los actos que tendrán lugar en el día de la fecha, nadie hablará de que el diario «La Opinión» (de
Jacobo Timerman, padre de Héctor) titulaba en una nota de tapa «Un récord que duele: cada 5 horas asesinan a un argentino» a dos
días del golpe, poniendo de manifiesto la gravedad de la situación que se vivía. Asimismo, un día antes a ese titular, «La Prensa» había
informado que «Hubo 1358 muertos desde 1973 por acciones terroristas». Y respecto al grado de adhesión popular a la posibilidad de
una intervención militar, «La Opinión» informó el 20 de marzo que «prácticamente un noventa por ciento de los argentinos habla hoy
de la proximidad de un golpe de estado». Son datos que surgen de los documentos de la época, pero que ciertamente están excluidos del
historietismo memorioso.

¡Ni qué hablar de la responsabilidad de la dirigencia política en los sucesos del 24 de marzo de 1976! Ello no tiene lugar en
la «memoria colectiva», que prefiere creer que el derrocamiento de Isabel fue producto de la maldad de un puñado de generales tan
sádicos como chiflados. Luego, el apoyo explícito o tácito de la clase política en general a la intervención militar, registrado en la

historia, será borrado sin mayores inconvenientes del discurso oficial. En efecto, no se recordará que la UCR, a través de Balbín, solicitó
a Videla que tomara el poder y, además, que el partido declaró que el gobierno constitucional estaba sumergido en «un proceso que por su
hondura, vastedad e incomprensible dilatación, alcanza su límite».(8)

Tampoco se considerará que, del lado del peronismo, el diputado oficialista Luis Sobrino Aranda de alguna manera llamaba a las
FF.AA. indicando al abandonar su banca que «el proceso político argentino está agotado», o que el gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Victorio Calabró, fue quien entregó a militares de alto rango mapas de la Casa de Gobierno a los fines de que las tropas del
Regimiento de Infantería 7 no se cruzaran con la policía ese 24 de marzo.(9)

El uso político y rentístico que se ha hecho de los años `70, tiene por consecuencia una clara dificultad (cuando no imposibilidad) en
la comprensión de qué nos pasó a los argentinos por entonces, sus causas y consecuencias. Mientras la memoria siga estando por sobre la
historia, y aquella siga constituyéndose en la piedra angular de un proyecto político de las características del kirchnerismo, feriados como
el de hoy no serán más que puro cuento.

(*) Agustín Laje Arrigoni es autor del libro «Los mitos setentistas. Mentiras fundamentales sobre la década del `70», que estará a
principios de abril en librerías.  agustin_laje@hotmail.com

(1) Revista El Combatiente. Edición del 17 de febrero de 1975.
(2) Revista Militancia, Nº 1, 1973, p. 10.
(3) «Los comunistas y la nueva situación argentina. Declaración del PC». 25 de marzo de 1976.
(4) Diario La Nación, 20 de mayo de 1976.(5) Diario La Tarde, 22 de marzo de 1976.
(6) Diario La Tarde, 8 de junio de 1976.
(5) Diario La Tarde, 22 de marzo de 1976.
(7) Citado en Diario Perfil, 3 de noviembre de 2007.
(8) García Montaño, Diego. Responsabilidad Compartida. Córdoba, Ediciones del Copista, 2003, p. 112
(9) Ver Yofre, Juan Bautista. Nadiefue. Buenos Aires, Edivérn, 2006, p. 380


Libro censurado

21 marzo 2011

Carta de Lectores – La Nación – 15.03.2011

 

Se­ñor Di­rec­tor:
«El libro Operación Independencia , de Famus (Familiares y Amigos de los Muertos por la Subversión), que rinde homenaje a los hombres que murieron combatiendo la guerrilla en Tucumán, ha sido retirado de las bibliotecas del Estado Mayor General del Ejército y de la Escuela Superior de Guerra.»

«Este acto de censura, que he comprobado personalmente, constituye el vergonzoso aporte del Ministerio de Defensa a la cultura en general y a la próxima Feria del Libro en particular.»

 

Rodolfo Richter
Teniente coronel (R)